lunes, 28 de septiembre de 2009

LA ENTREVISTA


Este cuento pertenece también a mi primer libro, "17 Simples Cuentos".
"Un holograma es una imagen tridimensional,
registrada por rayos láser,
proyectada sobre una emulsión especial.
La imágen aparece saliendo de sus límites,
es tan asombroso que es difícil resistir la tentación de tocarla."
Me apuré a subir las escaleras del metro, y ni bien estuve en la acera avisté el edificio. Ante mí se alzaba una enorme pantalla de cristal líquido en la que decía “The Cientifics News” en letras suspendidas en el aire, como desprendidas mágicamente del fondo. Subí, entré y esperé. Simone me hizo pasar y noté que poseía una extraña mezcla de sensualidad, gentileza y formalidad. Era una mujer bellísima pero de una mirada dura y poco expresiva, por momentos me parecía que Simone se disolvía en el aire, pero ese ligero “barrido” de mi interlocutora era muy poco perceptible, y se lo atribuí al cansancio y stress que me provocaban las entrevistas de trabajo que había tenido en la última semana. Conversamos y le dejé mis ensayos sobre el escritorio como me pidió, pero honestamente no pensé que yo le hubiese gustado para el puesto de redactor que buscaban. Finalizada la charla, descendí a las asfixiantes arterias subterráneas y volví a casa.

Pasada una semana, me asaltó la idea de llamarla, sólo para saber si había leído los manuscritos.
Llamé y nadie contestó. Insistí. Un anciano levantó el auricular del otro lado, tímidamente balbuceé “la señorita Simone Short, por favor...” “¿Simone Short…? acá no hay ninguna Simone Short” El anciano parecía estar disgustado, creo que lo desperté de su siesta. “Mmm... ¿Es allí la redacción del diario científico The...?” “No caballero, usted se ha equivocado, esto es un museo...” “¿Un museo?” –respondí-. “Si, un Museo de Arte Contemporáneo y abrimos a las dieciséis horas.”
-¿Pero es la avenida Matucana cuatrocientos sesenta y cuatro? –insistí.
-Así es, joven, es la avenida Matucana cuatrocientos sesenta y cuatro, y es un Museo de Arte Contemporáneo desde hace casi sesenta años, ¡y abrimos a las dieciséis horas!
-Señor, espere, no cuelgue, ¿puede decirme qué expusieron durante la semana pasada?
-No recuerdo muy bien, hubieron unos franceses y a ver... aquí tengo el catálogo, hubo una exposición de hologramas y litografías… ¡y abrimos a las dieciséis!
Dicho esto, el anciano colgó el auricular.

Caminé. Tomé la tarjeta de presentación y leí solo tres palabras: "SIMONE SHORT, Av. Matucana 464", caminé hasta dicha dirección y efectivamente, ante mí se alzó un viejo gran cartel, que lejos de ser una moderna pantalla líquida, decía: “MUSEO DE ARTE CONTEMPORÁNEO”. Pisoteado y sucio encontré un catálogo: "Semana de la holografía, con la presentación de físicos franceses...", las escaleras eran las mismas, las ventanas mínimas eran las mismas, ese era el lugar en el que yo había estado en una entrevista con Simone Short tratando de conseguir un trabajo de redactor de noticias científicas, definitivamente. Me senté en un banco de la calle, y sólo atiné nuevamente a buscar la tarjeta de Simone Short, que terminé sin encontrar.

Enfoqué mi mirada en infinito y me sumí en mis pensamientos.
¿Qué había sido real y qué no en esa entrevista con Simone Short? ¿Podría ser Simone y su oficina un holograma? ¿Podría yo haber sido una simple rata de laboratorio para un experimento de una agencia de hologramas? Me dije que era imposible que algo así me hubiera pasado, luego me refuté “no, imposible no, es improbable” y me repetí "IMPROBABLE". Volví a mirar hacia el edificio y me vi a mí mismo descendiendo con Simone por las escaleras del Museo, yo sonriente, Simone, enigmática y sensual como la había conocido. La imagen se deshizo en un instante, fue una sensación muy finamente perceptible, como toda Simone, y se desintegró con la naturalidad de una piedra perturbando el agua quieta.

Sentado en ese banco en plena calle, capté con mi más profunda simplicidad, el concepto de IMPROBABLE, y rechacé la más mínima intención de cuestionarlo, por lo menos no yo, un simple muchacho en busca de entrevistas de trabajo.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

SILVIA

Silvia Mellado nació en Zapala pero vive en Neuquén capital desde el 2006. Es profesora y Licenciada en Letras por la Universidad Nacional de la Plata. Su primer libro de poesía, se llama CELULOIDE. Su segundo libro es ACETATO y está en proceso de edición.
En este momento trabaja como docente, también integra un equipo de investigación (textos transgresores) en la Universidad Nacional del Comahue. Ha participado en varios congresos con trabajos críticos o textos de creación. Dice que hoy las mejores novelas que ha leído son EL ZORRO DE ARRIBA Y EL ZORRO DE ABAJO de José María Arguedas y EL PASADO de Alan Pauls. En poesía hay una lista interminable de poetas que le apasionan, entre ellos Bustriazo Ortiz, Ana Cristina Cesar, Ricardo Costa, entre otros. Contrario a los dichos populares, Silvia todavía se asombra que la carrera de letras no le haya sacado las ganas de escribir.

Herencia

Nos dejaron
por herencia
la idea de que todo pasado fue mejor
de que nuestras malas letra de rock
les arruinan el lenguaje que
sólo se decían en la intimidad.
Me achacan que no planche las camisas
con la misma inquietud
con la que se admiran
de que me acuesto ilegalmente
y no uso cancanes
cuando hace calor.

Ya hubo otras locas
que supieron suicidarse
o morirse
de sobredosis,
hasta las muertes están inventadas,
ni en la Patagonia desértica
podemos tener un gesto
innovador.
Ninguna presidenta como la gente,
maestras normales
pero amantes de Sarmiento,
malas costumbres
contemporáneas
criemos hijas
con resentimiento
pero en tiempo y forma.


Principalmente advierto que esta autora escribe por necesidad evitando la soberbia idea de comunicar una idea propia con afanes contundentes.
Me gustó este poema porque la escritura de Silvia Mellado tiene para mí un sentido coloquial que profundiza sigilosamente lo cotidiano. En este poema te cuenta, como mateando una tarde ventosa en algún lugar de Neuquén. Te rezonga un poema de joven comadre patagónica, que atraviesa la opaca idea que tenemos algunas, que asumimos muchas, que olfateamos todas.
Cuando Silvia escribe la espiamos porque sabemos que viene algo bueno. Cuando Silvia lo lee nos quedamos calladitas, sabiendo que tiene razón.

martes, 8 de septiembre de 2009

DÉNSELO DE UNA VEZ!

Siempre es un placer ver a Jim Carrey, en lo que sea. Este actor tiene tanto talento y ejercicio actoral que todo le sale bien. Encima, es humilde. Personalmente he seguido su carrera y el tipo tiene aciertos impresionantes en los papeles que ha aceptado. Hay que decirlo así porque a veces se conoce más el perfil de un actor por lo que no aceptó que por lo que sí.
A Jim se lo conoce por las dos cosas, en realidad. Es un verdadero genio, y aparte de eso, un trabajador incansable de la faena actoral. Uno de los pocos que no se quedó dormido en la fama primera y que tiene un dominio de sus aptitudes que le permiten crear ámbitos de comedia y dramáticos con la misma intensidad. Mucha.

En sus inicios hizo de todo, pero será más fácil recordarlo después de “PEGGY SUE SE CASÓ” (1986, de Francis Ford Coppola), una comedia romántica en donde una madre de familia vuelve al pasado a ser adolescente y conocer al marido otra vez. En “LA MÁSCARA” (1994, de Check Russell) Jim protagonizó y mostró que tiene talento de sobra y mucho trabajo como comediante, ahí se talló un poco su modo gracioso- sobreactuado, terminando de consagrarse con ese estilo propio en “TONTO Y RETONTO” , una comedia ácida y tremendamente entretenida hecha en 1994 por los hermanos Farrelli.

En “THE TRUMAN SHOW” (1998, de Peter Weir), Jim mezcla la sobreactuación con el dramatismo dando un resultado emotivamente inquietante, no hace falta llegar al final para que se le ponga la piel de gallina al espectador. Como en “THE MAJESTIC” (2001, Frank Darabont) donde restaura un cine antiguo con su supuesto padre y otra gente del pueblo donde viven, sumergiéndonos en una historia fuerte, controversial y emocionante de principio a fin, en un delicioso duelo actoral con el genial Martin Landau.

Pero donde realmente sorprende Jim Carrey es en “MAN ON THE MOON” (1999) del indiscutido y versátil director Milos Forman, donde interpreta al comediante Andy Kaufman de manera magistral, siendo una película no emotiva desde lo lacrimógeno, sino un film biográfico con un alto nivel filosófico donde se analiza el hediondo mundo de los negocios televisivos.

Este debe ser, lejos, el mejor papel de su carrera. Por eso ya llegó el momento. Ya va siendo hora que lo reconozcan y dejen de esperarlo en el consabido papel de tullido que siempre se lleva el máximo premio. Es hora de que se haga justicia, y le den a Jim Carrey, un más que merecido Oscar.