domingo, 14 de agosto de 2016

PASO ALTO DISCRIMINATORIA (cuento)



PASO ALTO DISCRIMINATORIA, 
un pueblo muy particular 

(cuento de El Cura y la Sucia)





A las armas las carga el diablo y las descarga el General Pettulini dijo y cerró la puerta que reverberó infartante. Murió dos meses después y lo enterraron en la plaza, bajo los pliegues de la gran oruga del tanque para sofocar todo atrevimiento de venganza.
El busto de bronce de María Discriminatoria quedó en su lugar y las flores continuaron su reinado de plástico al pie. Los zapatos delatan decía el General, que tenía obsesión por los pies y la muerte ajena. Fue entonces que se llenó de charoles de variados colores que festejaban la partida de Él.




Como si el pueblo entero necesitara emanar algo, comenzaron a tirar piedras por sobre los muros de acero que el General había levantado. Lo peor fue cuando algunos globos de cumpleaños quedaron atrapados en el cañón de salida de dos metros de alto por dos metros de ancho y doscientos metros de largo, esculpido magistralmente diez años atrás por el catamarqueño Insúa. Para ser más preciso, el pueblo había sido tapiado con una gigantesca coraza de acero imitando un tanque de guerra. Las proporciones del cercado eran descomunales: cuatro kilómetros de largo por dos de ancho, y al frente, el cañón de entrada y salida que le comento. Y todos nosotros, los ciento veintiséis habitantes de Paso Alto Discriminatoria, viviendo adentro de este fuerte de enormes dimensiones.
El General Pettulini y su esposa María Discriminatoria Sumario, habían reinado juntos hasta la muerte de Ella, como le gustaba nombrarla en su ausencia. Y eso era más marcado cuando exhortaba con la mirada a cada habitante del pueblo a limpiar en el alma el íntimo cuadrito con el recuerdo de Ella, como un homenaje privado. Dicen que el General no pudo recuperarse y comenzó la construcción del faraónico mausoleo y del techo de nuestra aldea.


 El General insistía en dar por entendido que estos gastos eran un honor que la gente quería rendirle a su amada esposa, y nadie se había atrevido a desmentirlo ni después de muerto. De las ferias de botines saldría el dinero para el acero que formaría el techo que cerraría el tanque ––pueblo. Los demagogos, chupamedias y empleados del municipio sostenían en su presencia y negaban en su ausencia. Hasta que el viejo murió. A partir de ahí negaron, negaron y negaron empapados por el sudor de la culpa y mal oliendo a mediocridad.
Antes de perderse definitivamente en el desierto, Sandrito Tapia dijo que el General y María Discriminatoria habían tenido un hijo con ojos de cristal que denotaban demasiada empatía, que por eso  se lo habían entregado a un libanés que había pasado vendiendo borceguíes en todos los números y colores (había solo del treinta y seis al treinta y ocho, y solo marrones y negros, para qué la vamos a hacer más grande).
Se dijo que el libanés se había ido de madrugada con este bebé a través del cañón hacia el desierto y que él, Sandrito, se haría mujer y madre para recuperar a este líder desconocido para nosotros.
Sandrito siempre macaneaba pero esta vez le creímos cuando decidido ajustó su peluca pelirroja y se echó a caminar por el cañón de salida con una fotito del recién nacido que él decía, se llamaba Fantín y ya tendría como veinticinco años.

Volvió varias veces trayendo datos pero nada en firme para comenzar el busto del heredero. Sandrito regresó para que- darse, se puso un puesto de sandalias de segunda mano en la plaza y desplegó el cartel parafraseando al General: a las sandalias las hace Ricky Sarkany y te las vende Sandrito Tapia.

Ante la acefalía, las coreografías de los bailes de egresados comenzaron a hacerse sospechosamente dentro del cañón. No era raro ver a tres o cuatro chicos intentando bailar a los saltos, dándose la cabeza contra la parte de arriba, pero entendimos que la adrenalina adolescente tiene ribetes tan in- justificables como entretenidos. Todo indicaba que la gente se amigaba con el cañón como denunciando tácitamente las ganas de escapar de Paso Alto Discriminatoria.
Durante los cuarenta años del pueblo nadie se había puesto zapatos de colores, ni había bailado, ni inflado globos. Ahora todo eso sucedía de repente. Entre coreografía y coreografía la gente se dio cuenta de que bailando a través del cañón podía huir. Y fue Marta Sosa la primera en tomar la responsabilidad, y lo hizo con el aerobic para jubilados que daba lunes, miércoles y viernes de seis a ocho, se fugaron catorce viejitos a través del cañón. Fueron ocho maestras jardineras las prófugas con el curso de salsa de Mario Candomblé y seis censistas lo intentaron, pero con las vueltas que les enseñaron en tango no les quedó otra que volver.
Sandrito Tapia insistió en ser mujer y madre y huyó a medio oriente con el grupo de danzas árabes. Hace doce días envió una foto de un joven que él jura es el hijo del General Pettulini y María Discriminatoria Sumario.
Fantín tiene veinticinco años, mide un metro noventa, es falangista en el Líbano (esos raros árabes cristianos) y jamás mató a nadie. Es traumatólogo especialista en pies. Por eso no dudamos de su filiación.