domingo, 23 de junio de 2013

domingo, 16 de junio de 2013

TEMOR ANFIBIO DE MADRE E HIJO


Temor anfibio de madre e hijo
amphibischen Angst Mutter und Sohn (Geschichte in Übersetzung)
 
(del libro EL CURA Y LA SUCIA /
in meinem Buch der Priester und schmutzig Frauen

 

El celacanto es una esquiva criatura abisal que vive a profundidades de hasta 700 metros.
Puede alcanzar más de 2 metros de longitud y 90 kilogramos de peso.
Los científicos calculan que pueden vivir 60 años o más.
(Revista National Geographic)



Encontré tres palabras para jugar hoy. Exacto. Excéntrico. Extremo.
Miles de posibilidades de palabras que pueden asociarse de algún modo. Tantos años los míos en este estudio tan inútil como interesante.
El Jefe dice que todos los niños somos haraganes en el mundo intelectual, que el trabajo de los padres –afirma – es quitarles la mala costumbre y el de las madres controlar que sea efectuado. Siempre imagino qué pensarían los familiares más cercanos. La gente se acostumbra a las cosas más extrañas cuando son frecuen- tes. Muchos de ellos todavía buscan rastros científicos para enten- der nuestra desaparición. Es más un pasatiempo de ricos que un interés real sobre nuestra historia.

––Marvel, un té, por favor ––. No crean que lo digo con mi voz, más bien apunto mis ojos a la pizarra que tengo enfren- te y los pequeños reactores infrarrojos insertados en mi iris disparan energía hacia la figura que me interesa y Marvel se entera así de lo que deseo y corre a traérmelo.
Es imposible bañar esta especie de celacanto sin quitarle cos- tras de hierba mustia cada vez. Mamá cierra los ojos y deja hacer a Marvel. Según El Jefe nuestros cuerpos no nos per- tenecen como humanos, ahora son parte del reino animal. He estado unido al celacanto, y el pez a mi madre desde que ten-
go uso de razón.


Suelo decirle a través de los reactores de mi vista: Jefe, ¿cuándo será el día qué…? Y nunca me deja terminar, no le gustan las verdades y todo lo soluciona derramando el líquido de la pizarra para que yo no pueda expresarme. Mis preguntas, son asfixian- tes interrogatorios para los que nunca tiene respuesta, y todo lo soluciona con la omisión de la pizarra para que yo no hable. Mamá suele llorar enmudecida por esta realidad que nos toca. En esta cercanía tan eterna que ambos vivimos en este lujoso sótano, reconozco cada mensaje de sus latidos aunque jamás la haya visto. Aprendí a consolarla a través de la pizarra par- lante con palabras que no suenen demasiado duras. Lo terrible para mí es la inmovilidad generada por las inyecciones que metódicamente nos aplica Marvel para que con mamá no in- tentemos escaparnos. Para ella lo peor es saber que estoy a su lado sin poder ver como crezco, de qué color son mis ojos o el sonido de mi verdadera voz.
Todos estos cuentos que escribo, no son más que la prueba feha- ciente de que el método de lúcido amor de papá hacia nosotros tie- ne sus ribetes interesantes, si lo sabemos estudiar, y servirnos de él. No tendría usted mi libro en sus manos si mi realidad no de- pendiera de la unión tan concreta que El Jefe quiso para noso- tros con este acto de concentración cutánea de una madre y su hijo a través de esta bestia precámbrica. Las aletas del cela- canto están tan bien incluidas en nuestros cuerpos que casi no existe diferencia dérmica entre los tres. Somos un solo cuerpo madre ––anfibio ––hijo, y esto no puede ser menos que el gran orgullo de El Jefe por los años que llevamos así y por los que sobreviviremos a esto con mamá.

––Gracias Marvel, gracias, tengo todo lo que necesito, paz, bienes- tar, seguridad, compañía y un tratado de criptozoología al alcance de la mano. Por favor, regulá la pizarra, esta voz tan seca ya fue su- ficiente por esta semana, sintonizá para mí alguna más musical ––. Puedo sospechar que ella llora, nunca pude verla pero la sien- to atribulada en su latido. Es un juego emocionante y triste conocer tan a la perfección a una madre. Y sé que algún día, así como hemos homologado la piel con la del gigantesco pez, podremos transmitirnos entre nosotros emociones concretas, deseos, sueños y hasta la sensación de libertad que yo siento y que a mamá la angustia tanto no sentir.

––Marvel, echale agua al celacanto para que se mueva y mamá sienta, en el otro extremo, que la amo, que la conozco aunque no la haya visto y que, aunque por momentos no lo parezca, somos más libres que mucha gente que vive fuera de aquí, Marvel por favor, y cambiá mi voz en la pizarra que ya no me soporto tan metálico! ––

Es la mano de El Jefe la que siento ahora después de haber hablado tanto. Es evidente que no le gustó. Sucederá lo de siempre. Fui muy egoísta, esto es lo que más lamento de mí todas las veces que esto vuelve a suceder.
El pinchazo que me da el asistente en el brazo es agudo y es el gran anfibio el que más se retuerce de dolor mientras mamá y yo nos preparamos para dormir. Antes de eso quiero cerrar mi cuento, no me gusta dejar las cosas a medias.

––Marvel, por favor, activá el proceso de grabado de lo que voy a decir ahora, será una declaración de principios y una explicación que ahorrará años de investigación cuando en- cuentren este cuerpo tríptico y feroz que mi padre hizo de nosotros.
Descubrí que hay una asociación, que las tres palabras que hoy elegí para jugar un rato no vinieron a mí al azar. Hay una frase que concentra el sentido de mi vida.
“Solo un excéntrico como papá puede moderar de modo tan
exacto las dosis de inmovilidad para este juego tan extremo.”

miércoles, 24 de abril de 2013

EN CALLE CORRIENTES!







EL CURA Y LA SUCIA están en la porteña calle Corrientes... no son de la farándula pero decidieron hacer su camino por allí, asi que véanlos cuando pasen por LIBRERÍA HERNANDEZ, en Corrientes 1436!