lunes, 11 de mayo de 2009

La Experiencia Creativa y el Bla Bla



Moverse en el mundo creativo no es fácil, y transitar de uno a otro, mucho menos. Personalmente me he aventurado en dos de ellos: el realizativo y el literario. En el realizativo la creación de guiones, que las más de las veces son publicitarios, con toda la inmediatez y liquidez propia de ese trabajo. En el literario me he sumergido en el mundo narrativo con bastante buena suerte y respuesta de los lectores. Y ese mundo me ha parecido rico, algo laberíntico pero propicio para las audacias intelectuales más interesantes. Mi primer libro editado es “17 Simples Cuentos”, “pequeñuelo que avanza sigilosamente, en el que cada historia funciona como una cuenta de un collar, precisa, compacta, circular”, como se atrevió a decir un colega chileno a quien agradezco semejante elogio, es un tránsito por esta agradable, vertiginosa y contradictual experiencia de escribir lo más en serio posible.


Cada escritor tiene su proceso creativo propio, algunos, cargados de talento cuecen obras maravillosas en poco tiempo, otros precisan de más voluntad de trabajo, de más fruición. Y también, por qué no, los hay sin lo uno ni lo otro, solo con la intención de aventurarse a transitar el proceso creativo con la más licenciosa de las libertades.
Pensando en los primeros, en relación con los segundos (en donde me incluyo), recuerdo un refrán que me inventé y me repito cuando no tengo ganas de escribir: “Trabaja vamos, trabaja! Qué Heminway hubo uno solo, los demás somos todos esmerados aprendices!”. Y esta confesión viene a cuento de que eso de la musa es, justamente, puro cuento. Perdónenme los amigos escritores que lo usan para conquistar “musas” pero convengamos que es así. La musa no viene ni va, no sube ni baja, por lo menos en los más de los casos, la literatura es trabajo. Es averiguar tal vez, sacar si, encontrar esa idea loca que anda por la cabeza de uno, pero el resto del tiempo, un ochenta por ciento más o menos, es más técnico que creativo, es pulir, pulir y pulir, mientras nos sumimos en la contradicción de guardar con celosía ese espíritu primario de nuestro retoño creativo o seguir afinándolo para que quede algo mejor, pero quizá muy, muy alejado de lo que pensamos en un principio.

ALGUNOS BLA BLAS

Uno de los primeros bla blas que puedo traer, sin ofender a nadie ni calificar menos, es eso de que para escribir cosas nuevas hay que hacerse el “nuevo”, el “rompedor de esquemas si o si”. Léase adoptar estilos fisonómicos, de actitud, de vida o de conducta para crear. Entre éstos destaco teñirse raro el pelo, vestirse estrambótico o hacer callar al resto con frases como “cállense, no me molesten, estoy pensando…”. Este estilo de cosas crece y florece y termina siendo como una condición para el escritor: finalmente hay que “parecerlo más que serlo”, y doy fé porque lo he vivido en carne propia hace un tiempo, en donde fui convocada para escribir dos de los trece guiones de un proyecto para una serie bizarra de la televisión chilena, allí me encontré que en la reunión del canal con los otros guionistas participantes. De repente estaba rodeada de góticos, pseudos vampiros y un sin fin de alfileteros humanos con aritos por aquí y por allí, con los que no nos diferenciábamos mucho en el estilo de escritura (en ese caso por lo menos, éramos los convocados para un mismo proyecto) pero que de aspecto físico y actitud distábamos mucho. Por supuesto que me alejé y a la próxima reunión en el canal fui con un ajo en el bolsillo y un detector de metales.

Otro bla bla es el de las super ventas de libros. La mayoría de la gente, cuando se entera que uno escribió un libro te pregunta ¿Cuánto vendiste?, como un santo y seña que les impide alejarse de la cultura en que todo debe ser medido si o si. Si no hay medida, no hay vida, pareciera decir el mundo al escritor. Ese es uno de los bla blas más corrosivos, porque lo que se vende mucho no necesariamente es lo mejor. Es más, haciendo un suave razonamiento, es posible que la literatura industrializada apure, atore y ahorque al escritor para “enlatar” su proyecto y que éste termine firmando cualquier cosa, sin el tiempo ni el “estacionamiento” que necesita una obra literaria de cualquier naturaleza.
Ni hablar del plagio de obras o sencillamente de ideas.

Finalmente, y lo que no es ningún bla bla en absoluto, es lo que la literatura deja en el lector. Eso si que no tiene nombre ni precio, sino que un valor incalculable, sus testimonios dan una alegría difícil de describir. Personalmente es el mejor de los premios que pueda recibir, como cuando una tarde que deambulaba por “la anónima” un señor espontáneo se me acercó y me dijo “…usté es la escritora ¿no? Dígame, esa gente que cuenta en el libro ¿existe de verdá?”.

2 comentarios:

Ale dijo...

Más clarito?.... echale agua!!!
Ya había escuchado de esos guionistas "raros"... jejeje Y yo jamás te pregunté cuántos libros vendiste!!!!!!!!! =)

Saludos Naíto, que estés muy bien!!

cecilia maldini dijo...

Hola Nadine. ese libro de cuentos tuyo no tiene desperdicio. Tambien le gustó mucho a Gaby, mi hija mayor, que lo leyó de un tirón exclamando !esos cuentos están tremendos!
Te felicito y espero algun día volver a ese bello pueblo, Esquel, y encontrar gente linda como vos, Gustavo, Ariel y todos los que conocí en el encuentro.
Un abrazo.