sábado, 13 de febrero de 2010

Si me echan, cuento todo


Los medios audiovisuales reciben y expulsan con la misma intensidad a sus hijos, sean guionistas, actores, directores o cualquiera que pretenda arrellanarse cómodamente en ellos. Asi es el juego, algunos lo entienden otros no. Sería un tema largo de debatir y creo que las conclusiones serían devastadoras si nos pusiéramos a analizar las razones de la compulsión a los mass media de personajes y personajillos criollos que no pueden vivir sin aparecer en la televisión. Si ya sé, hay un par de personajes que ya se le vinieron a la cabeza al lector en este mismo momento… Bueno, de eso mismo trata una vieja película del director Gus Van Sant, titulada TODO POR UN SUEÑO, hecha allá por 1995. Sí, mucho tiempo pero si uno vuelve a verla se da cuenta de que es casi un tratado sobre esa máxima que tienen en el norte con eso de que “no sos nadie en EEUU si no salís en televisión”.

Y digo un tratado porque el mismo Gus Van Sant se vengó, a través de esta radiografía satírica, del sueño americano después de haber sido él mismo expulsado del paraíso audiovisual luego de un par de fracasos.
En TODO POR UN SUEÑO, Suzanne (Nicole Kidman cuando era bella como ahora pero podía mover todos los músculos de su cara y no se pasaba de maquillaje en un festival) es la clásica joven yanqui que se casa con un tipo común y corriente (Matt Dillon) que quiere poner un restaurante. En el transcurso del matrimonio le pasa lo que a muchas: se da cuenta que no era eso lo que quería para su vida, que ella está para más, entonces no tiene mejor idea que, con ayuda de un par de secuaces, deshacerse del pobre marido.

Gus Van Sant es un maestro de revelar la intolerancia humana, y en esta película, con un estilo nervioso pero concreto, nos muestra que el ser humano es bravito y vive pataleando por lo que él mismo eligió. Encima, Gus de venga de lo lindo revelando el cartón pintando sobre el que se erige el mundo del mass media.

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