martes, 9 de febrero de 2010

Olga y los Estigmas

FÁTIMA (fragmento)
Olga Starzak

“El mismo día que el marido murió, ella comprobó su estado de gravidez. Desesperada y convencida de que era la forma más certera para provocar un aborto, llegó a consumir el agua con la que había aseado el cadáver. A nadie podría convencer que la paternidad le correspondía a su esposo. Cuando su cuerpo, aún erizado por las manos hábiles de su amante comenzó a ensancharse, ya no pudo esconder su estado. Y pronto los familiares del fallecido la acusaron ante el tribunal supremo. El hombre que la había poseído, prometiéndole amor y protección, negó haber tenido relaciones íntimas con la –ahora- viuda y fue inmediatamente absuelto.Fátima fue condenada a la lapidación. El hecho se concretaría el día después de que el bebé dejara el pecho materno. Así, acosada por la sociedad y encerrada en un lugar para mujeres delincuentes, esperaba que un milagro la dejara disfrutar del niño que se movía en sus entrañas. El mismo niño que le daba fuerzas para luchar, para borrar de su mente el rencor hacia el hombre que denegara su responsabilidad de padre, dejándola sola y acuciada.La parió en una sala gris y descuidada. Sintió el cálido cuerpo de la chiquita, pegajoso y hambriento, sobre sus hinchados pechos. La amó con una intensidad desconocida. Y no pudo prometerle que no la abandonaría.Aunque el mundo enteró bregó por su salvación, el fallo del tribunal fue indiscutible.En la mañana del día en que Magda cumplía nueve meses, a su madre la trasladaron al campo de concentración. Enterrada hasta la cintura en la tierra enlodada, esperó la acción de la ignorancia y la injusticia…”


Olga me invita a tomar el té. Sentada, disfrutando la luminosidad de la cocina, veo a Olga que va y viene con tazas y trozos de tarta prolijamente cortados. Todo es serenidad en la casa a esa hora, no hay nadie más que ella y yo allí. Comienza su relato. Olga enumera, sentida pero discreta en detalles, el sufrimiento cotidiano de las mujeres de oriente. Habla sobre la extraña legitimación de las aberraciones más indignas contra niñas y mujeres en distintos lugares del mundo. Todo esto lo dice con la lucidez y el respeto con que se cuenta el secreto más preciado y doloroso de alguien muy querido. No cae en referencias morbosas, ni prende fuegos de artificio con historias reales que no son para nada ficción. Parece no inmutarse mientras cuenta lo que cuenta, es la mirada suya la que revela lo mucho que le pesan estos dolores ajenos con los que empatiza. Tanto como para relatarlos uno por uno en el libro que ahora tengo en las manos, ESTIGMAS.



Mientras la veo servirme el té, repaso en mi memoria el concepto que tengo de estigma. Escuchándola me doy cuenta que para Olga, como para mí, los estigmas son más que huellas sobrenaturales en la piel de algún mártir, más que señales o marcas físicas productos del daño corporal. Para Olga, los estigmas punzan por dentro, de manera intensa, sostenida. Y para siempre. Las mujeres que Olga relata viven y sobreviven al padecimiento que el tiempo, la injusticia, la sociedad y tantos otros factores les hacen pasar.


Sus mujeres se hacen a la vida con una resiliencia inesperada, traspasan con natural valentía el sufrimiento, fracturas expuestas en su género, en su feminidad, llagas ardientes en su dignidad. Y las atraviesan sin reparar en el daño, ni aferrándose a él. Más bien se erigen en la esperanza de un futuro mejor. Ellas atraviesan los infiernos que ajenos les imponen tomando bocanadas de aire que les permiten seguir. Curan sus heridas con el aceite invisible de la misericordia al ser que, a sabiendas o hundido en la ignorancia, las hizo sufrir.

Tomo un sorbo de té mientras Olga hojea otro de sus libros, EL LENGUAJE DEL SILENCIO. Cuando finalmente encuentra lo que quiere mostrarme me aboco a leer tranquila sus relatos. Y me escurro en historias complejas, truculentas, vergonzantes. Levanto la vista y veo a Olga mirando hacia fuera, no puedo entender cómo esta mujer que cuenta con tanta severidad historias tan arriesgadas sea la misma que tengo enfrente. Me sonríe indulgente, serena, como si supiera que luego de leerla me di cuenta. Que ahora sé que maneja los abismos de otros, los deseos, los miedos, los dolores y los secretos de sus personajes.
Olga sonríe y me invita un poco más de té, premiando mi astucia para darme cuenta que la señora se maneja perfectamente en estos secretos precipicios ajenos.

4 comentarios:

Jorge Vives dijo...

En las palabras de Nadine Aleman descubrimos la esencia de Olga Starzak: su gran capacidad para bucear en el espíritu humano y luego llevar al texto, con prosa vigorosa y precisa, lo que encuentra. Pero esa búsqueda no la hace en situaciones rutinarias, sino en aquellas que por su crudeza, por ser realmente estigmas de la humanidad, ponen al descubierto lo peor y lo mejor de las personas. Al leer los relatos de Olga, una excelente cuentista cuya sólida obra atestigua fehacientemente su solvencia literaria, llama la atención la valentía que tiene para mostrar realidades de las que pocos hablan y muchos callan. Por ejemplo, la que muestra en su cuento “Rizos negros”, o en “Fátima”. Pero lo hace sin recurrir a la morbosidad ni a la truculencia, lo hace con los términos medidos que permiten intuir la angustia dibujada detrás de los sucesos narrados; y lo hace, sobre todo, de una manera que conmueve los sentimientos del lector y lo conduce a la reflexión. El relato de Nadine, con la calidad literaria que ya conocemos de sus cuentos y poesías, nos muestra a Olga con claridad y profundidad; son tan justas sus palabras que podemos imaginar la escena, la conversación, las impresiones cruzadas. Una escena que además se refleja en la magnífica fotografía en sepia que ilustra la nota. Sin dudas, la sensibilidad de Nadine nos permite apreciar certeramente la sensibilidad de Olga.

Carlos dijo...

Coincido plenamente con Nadine y con Jorge en sus apreciaciones acerca de la sensibilidad y la capacidad creadora de Olga. De lo que no puedo dar fe, en cambio, es sobre sus virtudes como repostera, porque no he tenido la misma fortuna de Nadine, al menos hasta ahora. Ese té con trozos de tarta me pareció tan apetitoso que, por momentos, llegó a distraer mi atención de la lectura. :-)
Hablando en serio, desde el punto de vista literario nuestra amiga es meritoria en múltiples aspectos: primero, por su sensibilidad y empatía para conectarse con el dolor ajeno; luego, por tener el don de volcarlo en textos tan elocuentes, y finalmente, por su valor para formular severas denuncias públicas a través de la literatura, lo cual no es muy común hoy en día.

Nadine Aleman dijo...

Carlos, yo no he probado las delicias que Olga seguramente cocina, el texto está armado sobre una historia que imaginé, tal como lo hice con la reseña sobre Jorge Vives y también sobre Diego Antón. Ninguna de las tres historias son reales, solo que, como buena guionista, las ficcioné para darle un ámbito a la reseña sobre ellos. No obstante, estoy segura que Olga cocina más que bien y ambos seremos testigos de ello muy, muy pronto...

Unknown dijo...

Bueno, si me obligan así... ¡tendré que demostrarles que se equivocan!
Pero, de igual modo, quedan formalmente invitados (Nadine, Jorge, Carlos...) a tomar un té en mi casa. Ya sea en Trelew, ya sea en Madryn. No me preocupo porque sé de lugares que las elaboran exquisitas. Además, Nadine... con estos amigos nuestros, descendientes galeses ambos, ¿te parece que no podremos adicionar algo típico?
No tienen más que poner fecha. ¡Y avisarme, claro!
¡Muchas gracias por tan elogiosos conceptos literarios! ¡En serio!