miércoles, 2 de junio de 2010

Dejen, que yo voy solo


David Lynch es un director excéntrico, pero excéntrico en serio no snob, y esto lo podemos determinar viendo películas suyas como “EL HOMBRE ELEFANTE” (1980), “TERCIOPELO AZUL” (1986) o “CORAZÓN SALVAJE” (1990). Tiene un sentido del relato muy particular y una marcada inclinación a explorar las escalofriantes entrañas de la naturaleza humana.

Después de “MULHOLLAND DRIVE” (2001) desapareció un tiempo para reaparecer con “IMPERIO”, y para desconcertar aún más, aparte de hacer esta película extraña pero atractiva, se lanzó a promoverla de manera absurda: yendo cine por cine proyectándola y haciendo cine debate al final con los asistentes.

Una de las curiosidades de este genio es que detesta la improvisación, cosa que la mayoría de los directores defienden como lo sumo de un hecho artístico. Para David Lynch mejor es tener ideas locas pero escribirlas en un guión, nada de dejar cosas al azar, y menos en un caro rodaje de cine. Por más liberador que sea hoy en día trabajar con tecnología digital, Lynch sigue prefiriendo la organización en sus películas.

Otra característica que lo deja bastante fuera de ser un director convencional es que Lynch no se denomina “artista incomprendido” sino que se sabe raro y reconoce en ello un negocio también. Por último y para rematar su extraña conducta, en esta época de ley del menor esfuerzo David Lynch trabaja de director y se hace cargo de maneras más bien insólitas, de hecho es un tipo que cuando termina una película, se prende un cigarrillo y sale cine a buscar cine, a ver si la puede proyectar

No hay comentarios: